benigno, na.
Benina es la encarnación de la misericordia, esa actitud encarnada por el buen samaritano evangélico que conduce a asumir como propios los problemas de los demás y a acompañar al prójimo en sus desdichas y en la sanación de las heridas.
Protestó
Benina, sosteniendo que la enfermedad de Ponte era de las que exigen trato
casero y de familia; en el Hospital se moriría sin remedio, y así, valía más
que ella se le llevara a la casa de su señora Doña Francisca Juárez, la cual,
aunque había venido muy a menos, todavía se hallaba en posición de hacer una
obra de caridad, albergando a su paisano el Sr. de Ponte, con quien tenía, si
mal no recordaba, lejano parentesco. (XXII)
Trato casero y de familia: eso es lo que sabe dar Benina.
Ángel, le llaman a menudo: enviado de Dios para hacer el bien.
Trato casero y de familia: eso es lo que sabe dar Benina.
Ángel, le llaman a menudo: enviado de Dios para hacer el bien.
No necesitó más la bondadosa
anciana, para que se le desbordase la piedad, que caudalosa inundaba su alma; y
llevando a la realidad sus intenciones con la presteza que era en ella
característica, fue al instante a la tienda de comestibles, que en el ángulo de
aquel edificio existe, y compró lo necesario para poner un puchero
inmediatamente, tomando además huevos, carbón, bacalao... pues ella no hacía
nunca las cosas a medias. A la hora, ya estaban remediados aquellos infelices,
y otros que se agregaron, inducidos del olor que por toda -263- la parte baja de la colmena prontamente
se difundió. Y el Señor hubo de recompensar su caridad, deparándole, entre los
mendigos que al festín acudieron, un lisiado sin piernas, que andaba con los
brazos, el cual le dio por fin noticias verídicas del extraviado Almudena. (XXVIII).
-Los sueños, los sueños, digan
lo que quieran -manifestó Nina-, son también de Dios; ¿y quién va a saber lo
que es verdad y lo que es mentira?
La vida es sueño, Fedón...
Oyó Benina con interés y piedad este relato, -225- que aquí se da, para no cansar, reducido a mínimas proporciones; (...) Y el historiador debe hacer constar asimismo que el buen temple en que estaba Doña Paca se torció un poco al recogerse las dos en la alcoba, la señora en su cama, Benina en el suelo, por haber cedido su lecho a Frasquito. (...) El mal humor de Doña Paca en la noche a que me refiero, debe atribuirse, según datos fehacientes, a que Frasquito, en sus conversaciones de la tarde, y en los ratos de la cena y sobremesa de esta, mostró por Benina unas preferencias que lastimaron profundamente el amor propio de la viuda infeliz. (XXIV) El narrador cronista.
-Cabal... ¿Quién te dice a ti
que detrás, o debajo, o encima de este mundo que vemos, no hay otro mundo donde
viven los que se han muerto?... ¿Y quién te dice que el morirse no es otra
manera y forma de vivir?...
-Debajo, debajo está todo eso
-afirmó la otra meditabunda-. Yo hago caso de los sueños, porque bien podría
suceder, una comparanza, que los que andan por allá vinieran aquí y nos trajeran
el remedio de nuestros males. Debajo de tierra hay otro mundo, y el toque está
en saber cómo y cuándo podemos hablar con los vivientes soterranos.
Ellos han de saber lo mal que estamos por acá, y nosotros soñando vemos lo bien
que por allá lo pasan... No sé si me explico... digo que no hay justicia, y
para que la haiga, soñaremos todo lo que nos dé la gana, y soñando, un
suponer, traeremos acá la justicia». (XXII)
La vida es sueño, Fedón...
-Sí: entrar con ello Banco, p'peleto
en llengua, y naide ver ti. Poder coger diniero tuda... No
ver ti naide.
Oyó Benina con interés y piedad este relato, -225- que aquí se da, para no cansar, reducido a mínimas proporciones; (...) Y el historiador debe hacer constar asimismo que el buen temple en que estaba Doña Paca se torció un poco al recogerse las dos en la alcoba, la señora en su cama, Benina en el suelo, por haber cedido su lecho a Frasquito. (...) El mal humor de Doña Paca en la noche a que me refiero, debe atribuirse, según datos fehacientes, a que Frasquito, en sus conversaciones de la tarde, y en los ratos de la cena y sobremesa de esta, mostró por Benina unas preferencias que lastimaron profundamente el amor propio de la viuda infeliz. (XXIV) El narrador cronista.
«¡Pobre señora mía! -dijo al
ciego en cuanto se reunió con él-. La quiero como hermana, porque juntas hemos
pasado muchas penas. Yo era todo para ella, y ella todo para mí. Me perdonaba
mis faltas, y yo le perdonaba las suyas... ¡Qué triste va, quizás pensando en
lo mal que se ha portado con la Nina! Parece que está peor del reúma, por lo
que cojea, y su cara es de no haber comido en cuatro días. Yo la traía en
palmitas, yo la engañaba con buena sombra, ocultándole nuestra miseria, y
poniendo mi cara en
vergüenza por darle de comer conforme a lo que era su gusto y costumbre... En
fin, lo pasado, como dijo el otro, pasó. Vámonos, Almudena, vámonos de aquí, y
quiera Dios que te pongas bueno pronto para tomar el caminito a Jerusalén, que
no me asusta ya por lejos. Andando, andando, hijo, se llega de una parte del
mundo a otra, y si por un lado sacamos el provecho de tomar el aire y de ver
cosas nuevas, por otro sacamos la certeza de que todo es lo mismo, y que las
partes del mundo son, un suponer, como el mundo en junto; quiere decirse, que
en donde quiera que vivan los hombres, o verbigracia, mujeres, habrá
ingratitud, egoísmo, y unos que manden a los otros y les cojan la voluntad. Por
lo que debemos hacer lo que nos manda la conciencia, y dejar que se peleen
aquellos por un hueso, como los perros; los otros por un juguete, como los
niños, o estos por mangonear, como los mayores, y no reñir con nadie, y tomar
lo que Dios nos ponga delante, como los pájaros... Vámonos hacia el Hospital, y
no te pongas triste. (XL)
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